Carta del Párroco: Creados con un propósito
Dios tiene un propósito para nuestra vida. No somos un accidente de la ciencia o un error cósmico. Fuimos creados con un propósito: adorar.
Basta echar un vistazo a la Biblia para ver la importancia de la invitación a adorar a Dios:
Cuando Abraham se encuentra por primera vez con Dios, es llamado a un sacrificio de obediencia, un acto de adoración.
Cuando Moisés dirige al pueblo de Israel fuera de Egipto, es para que puedan adorar al Señor y su hermana Miriam los dirige en un canto de adoración.
Cuando Ana entrega al Señor a su hijo Samuel, a quien tanto ha esperado, levanta su voz en adoración.
Cuando David danza delante del Señor con todas sus fuerzas, es un acto de adoración.
Cuando Elías clama para que caiga fuego del cielo, lo hace en un contexto de adoración.
Cuando Job lo pierde todo, cae sobre sus rodillas en adoración.
Cuando la Virgen María se entera que lleva en su vientre a Jesucristo, el Salvador del mundo, adora.
Cuando los magos saludan al niño Jesús, adoran.
Cuando el niño Jesús es presentado a Simeón en el templo, él adora.
Cuando los discípulos se dan cuenta que Jesús es el Señor, lo adoran.
La verdad es que todos adoramos algo. Si algo cautiva el afecto de nuestro corazón, la atención de nuestra mente y el deseo de nuestra alma, eso tendrá toda nuestra adoración.
Sin embargo, nuestro propósito verdadero es adorar a Dios. Puedes tener todo el dinero del mundo y todas las posesiones terrenales que desees, que aun así todo eso te hará sentir vacío y perdido. Puedes entrenar a diario en el gimnasio y cuidar tu nutrición al milímetro, pero, hasta que no sacies el hambre de tu alma, serás un pedigüeño de afecto y atención. Así es: ¡Hasta que no descubramos nuestro propósito en Dios, nunca estaremos satisfechos! San Agustín oró en una ocasión: «Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti». En Jesús encontramos la respuesta al significado de la vida. Hemos sido hechos por el Padre y salvados por el Hijo para el único y extraordinario propósito de disfrutar de una relación con Dios en el Espíritu Santo.
Tras la pandemia, estamos constatando lo poco que hemos aprendido. Ante las limitaciones y fragilidades experimentadas, muchos han entrado en una carrera de vanidades, que no deja de ser una pobre evasión y una inútil huida sin destino.
Desde nuestra Parroquia, este curso queremos invitaros al hermoso intercambio que es la adoración, donde encontramos nuestra verdadera identidad de hijos y nuestro auténtico propósito como adoradores del Dios viviente.