El nuevo Misal y el «PRO MULTIS» de la consagración

Misal Romano

A partir del I Domingo de Cuaresma de 2017, 5 de marzo, entra en vigor la nueva traducción del Misal Romano en castellano para las diócesis de España.

Una de las novedades que conlleva es el cambio de las palabras que se refieren a la sangre de Cristo en el texto de la consagración del cáliz: «que será derramada por vosotros y por todos los hombres» se sustituye por la expresión «QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS Y POR MUCHOS». Se trata de una modificación mandada por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en 2006, y que se va incorporando en las traducciones de la tercera edición del Misal Romano que se va publicando en los diversos idiomas.

La traducción del «pro multis» de la consagración del vino

En el Nuevo Testamento encontramos el relato de la Última Cena en cuatro lugares: Mateo (26,26-29), Marcos (14,22-25), Lucas (22,15-20) y 1 Corintios (11,23-26). En Mateo y Marcos, Jesús afirma que su sangre va a ser derramada «por muchos» (en latín «pro multis»); en Lucas y Pablo «por vosotros».

Tras el Concilio Vaticano II, al preparar las versiones en lenguas vernáculas del Misal, no se tradujo literalmente la expresión «pro multis» sino que emplearon la palabra «todos», al considerar que Jesús había hecho un ofrecimiento universal de su vida, que no está reservado a un cierto número de destinatarios (cf. Juan 4,42; 6,51; 11,52; Romanos 5,15; 2 Corintios 5,14-15; Tito 2,11; 1 Juan 2,2).

Sin embargo, actualmente parece más conveniente TRADUCIR FIELMENTE LAS PALABRAS «PRO MULTIS» de la consagración del vino, para no hacer una interpretación del texto, aunque tenga fundamento teológico, tal y como explicó el propio papa Benedicto XVI al presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, en una carta del 2012.

¿No ha muerto Jesús por todos?

Este cambio podría hacer pensar que Jesús no ha muerto por todos o que la Iglesia ha modificado recientemente esta doctrina. Pero no es así, como vamos a explicar a continuación.

Recordemos que en los evangelios de Mateo y de Marcos, Jesús dice que su sangre es derramada «por muchos», mientras que en los textos de Lucas y de Pablo dice «por vosotros». La liturgia, que no sigue literalmente ninguno de los textos escriturísticos de la Última Cena, fusionó ambas formulaciones: «Tomad y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada POR VOSOTROS Y POR MUCHOS para el perdón de los pecados».

Por vosotros

Los discípulos saben que la misión de Jesús va más allá de ellos y de su grupo; que él ha venido para reunir a los hijos de Dios dispersos por el mundo (cf. Juan 11,52).

Pero el «por vosotros» que dice Jesús en la Última Cena, hace que su misión aparezca de forma absolutamente concreta para los presentes. Ellos no son miembros cualquiera de una enorme totalidad, sino que cada uno sabe que el Señor ha muerto «por mí», «por nosotros».

Por muchos

Jesús, aunque sabía el valor universal de su entrega, no dijo «por todos» sino «por muchos», utilizando la misma expresión que encontramos en la profecía de Isaías referida a la misión del siervo de Dios: «Él tomó EL PECADO DE MUCHOS e intercedió por los pecadores» (53,12). De este modo, Jesús habría establecido un paralelismo con este pasaje del Antiguo Testamento, reconociéndose como el siervo de Dios, mostrando ser aquella figura que la palabra del profeta estaba esperando.

Por tanto, Jesús utilizó la expresión «por muchos» por fidelidad a las palabras del anuncio profético de Isaías y la Iglesia utiliza «por muchos» por un respeto reverencial a las palabras de Jesús.

Muchos-Todos

La dialéctica «muchos»-«todos» tiene su propio significado. «Todos» se mueve en el plano ontológico: el ser y obrar de Jesús, abarca a toda la humanidad. «Muchos» se refiere a la historia actual: en la comunidad concreta de aquellos que celebran la Eucaristía, él no llega a todos sino a muchos.

De ahí que sea posible reconocer un triple significado de la correlación entre «muchos» y «todos».

En primer lugar, para nosotros que podemos sentarnos a su mesa, debería significar sorpresa, alegría y gratitud, porque él me ha llamado, porque puedo estar con él y puedo conocerlo. Además, esta invitación requiere mi respuesta: puedo acoger o no la invitación salvífica. Así, al decir «por muchos» permanece abierta la inclusión de cada uno de los seres humanos en ese grupo de los salvados por la muerte de Jesucristo; no obliga, como sería el caso de «todos». La salvación no es algo mecánico, sin el deseo o la participación voluntaria de cada uno. Todo lo contrario: el creyente es invitado a aceptar por la fe el don que le es ofrecido.

En segundo lugar, significa también responsabilidad porque los muchos tienen responsabilidad por todos. La comunidad de los muchos debe ser luz en el candelero, ciudad puesta en lo alto de un monte, levadura para todos. Esta es una vocación que concierne a cada uno de manera totalmente personal.

Y, finalmente, añadimos un tercer aspecto. En la sociedad actual tenemos la sensación de no ser en absoluto «muchos», sino muy pocos, una pequeña multitud, que se reduce continuamente. Pero no, somos «muchos» que representamos a todos.

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